La Floresta
En la fachada tendida a la Carretera de Huesca, Francisco Zueras dibujó con letra redondilla “La Floresta”, lejos del triunfo de la letra mayúscula, subido a un andamio, cómo en otras ocasiones, cómo en la bóveda de la iglesia de los escolapios o cuando pintaba el anuncio de “El placer de vivir de chocolates Acín”; calor de hogar en un dibujo, en una imagen. Los hermanos Zueras vivían en el Coso, negociaban con las rotulaciones, la pintura industrial, el arte comercial, decían; Francisco daba lecciones de dibujo lineal y artístico, por las tardes su madre Adelaida Torrens subía a la tertulia de la Merced, entre sol y sombras, con Jesusa Lacoma.
La Floresta: ingenio impulsado por Santiago Plana, que la concibió movido por su innata inquietud junto con Lorenzo Pascau y Julián Jordán, con más sentido lúdico que crematístico. Juntos formaron una empresa, alquilaron a Ramón Valle unas fajas de tierra situadas en una atalaya natural, y las transformaron en una terraza de verano; una pista de baile ajardinada y distinguida, asomada a la ciudad, desde la que se vislumbraba el barrio del Entremuro en la oscuridad de la noche; todavía no se había construido ninguno de los edificios que ahora la envuelven; ¡la mejor de la provincia! Desde este balcón, procuraron prestigio para la ciudad y a su burguesía de pequeño comercio. Un jardín escalonado con una magnífica iluminación, para bailar pasodobles y boleros entre veladores, tomar champan semi-seco en copa baja, champan nacional, botellas de cava servidas entre servilletas blancas; bailar, ver y ser visto, pasear entre los rosales con las mejores galas. Este sueño se hizo realidad en el año 1946.
La década de los 50-60 fue la época dorada de las orquestas, en nuestro entorno se crearon varias; Santiago Plana consiguió que la orquesta barbastrense Monterrey se creara para actuar en La Floresta con dedicación; incorporaba un vocalista masculino, algo inusual. Ritmos de pasodoble y bolero que quedaron varados por la irrupción de la balada italiana y la música anglosajona. Aunque su mayor triunfo fue convencer a Jorge Sepúlveda, contable antes que cantor, en la cima de su popularidad, para actuar en Barbastro, en La Floresta; exigió una megafonía afinada, como su voz, timbrada para huir de la partida doble, de los libros oficiales; examen para los técnicos de sonido: Ubaldo Ortin y Benito Ribera. Esta fue la primera noche estelar; después ya con la SMA proliferaron las primeras estrellas en esta pista de verano. Además La Floresta ofrecía pista de patinaje sobre ruedas y a partir de 1953 una bolera, donde se celebraban campeonatos provinciales.
Santiago Plana se establece en Barbastro de la mano de su madre, con las Sederías Goya- Viuda de Plana, con el carácter de sucesión que aporta este adjetivo, en una época donde las viudas reemplazan a sus maridos, avezados comerciantes que no sobreviven a sus negocios, que mueren en la guerra o después, en la posguerra, que lucharon contra todo, en continua batalla consigo mismos. Este comerciante siempre mostró una imaginación desbordante que aplicaba a los detalles de su negocio: los escaparates, los tejidos y prendas que compraba para vender, en los textos y diseño de la publicidad del establecimiento, en los que se refería y hablaba, en prolijas narraciones, del Valor inapreciable, o el Principio del bien vestir, para ensalzar sus mercancías.
En los sesenta La Floresta continúa de la mano de la S.M.A. y su presidente José María Mata, en la que se sucedieron actuaciones que conmocionaron a la población, su comarca y la provincia.
La Floresta y Genoveva, llenan un mismo espacio en mi memoria, ocupaban nuestro territorio de juegos, donde Genoveva, viuda de Valle, guardiana de la fuente de colores, imponía sus reglas e impartía justicia.
Francisco Molina Solana.Articulo Publicado en El Cruzado Aragonés del día 4 de octubre de 2013.