Cine Argensola I. Construcción

Fragmento del articulo publicado en el Cruzado Aragonés Extra de Fiestas 2012.  Por Francisco Molina Solana

Arquitectura efímera.

     Desde el momento en que se colocaba la primera piedra, se hendía el primer socavón, el Cine Argensola quedaba condenado; aquel magnifico y maldito edificio se levantaba nervudo en el ensanche de la ciudad preparado para la eternidad. Maldito a la fuerza, por su cruel destino, que lo convirtió en arquitectura efímera,  equiparado con aquellas construcciones ocasionales de cartón piedra, escayola o madera, escenarios para honrar una visita célebre o conmemorar un acontecimiento.

     Nadie lo sospechó: ni los operarios, albañiles y técnicos  que intervinieron en su construcción, ni los promotores que con denuedo afrontaron su  edificación, tampoco los ciudadanos e invitados que quedaron atónitos en la inauguración, nadie sospechaba que su esplendor fuera tan precario  como la sombra del espigón que cada atardecer, el sol poniente  proyectaba sobre  la marquesina.

    El periódico Nueva España se refiere al Cine Argensola recién inaugurado: “Fueron muchos oscenses los que en la jornada inaugural acudieron allí para curiosear, digo para admirar esas instalaciones modernísimas, que responden al gusto más depurado, a la técnica más perfecta. Tanto es así que, sin ánimo publicitario, decimos que merece la pena hacer un viaje de cincuenta kilómetros y aplaudir a los barbastrenses la obra que para ellos especialmente, y para todos, en general, se ha levantado en la llamada zona de Ensanche”.

Los Promotores.

     Los industriales del transporte: Leandro Viñola Castillo -quién venía explotando con regularidad el servicio de transporte por carretera de Broto-Barbastro-Barcelona, por medio de su empresa Transportes Viñola-, José Molina Juste  y Martín Solano Navarro, se asocian en régimen de cuenta en participación en torno a la empresa Transportes Viñola, en febrero de 1950, con el fin de solicitar la concesión administrativa de esa ruta, de acuerdo con las normas promulgadas sobre régimen de transporte; al poco tiempo Manuel Nasarre Español,  Luis Solano Navarro, Esteban Viñola Morros, y Luis Alcón Vazquez se convierten igualmente en participes de este negocio con el objeto de proseguir e intensificar la actividad, convirtiéndose en el germen de Transportes Aragón S.A.

   Decían en junio de 1960, en la memoria de Transportes Viñola correspondiente al ejercicio 1959: “como es bien sabido de todos, emprendimos la magna empresa de la construcción de un cinematógrafo en Barbastro, para su explotación, cuyas obras están bastante adelantadas, esperando queden finalizadas a finales del año 1960. Para dicha empresa nos asociamos con el industrial de esta plaza Manuel Sesé Salinas”, quien aportaba el solar.

   Consideraban de antemano, que la rentabilidad que les iba a reportar esta inversión  no sería  tan beneficiosa  como la que venían obteniendo con los transportes, sin embargo argumentaban las razones que motivaba este proyecto: “esta inversión nos proporcionará una mayor garantía y consideración de nuestro activo al presentar en él valores fijos inalterables, independientes de toda fluctuación en su valoración y un menor riesgo, prueba de ello es la variante acentuada a consecuencia de la política de estabilización puesta en práctica por nuestro gobierno a partir de junio del año 1959” y que derivaría, a partir de 1961, en las medidas de regularización y actualización de balances – aplicándose en nuestro país diversas  normas en este sentido hasta  1996.-

El Proyecto.

   Declaraban los promotores de esta empresa reunidos en torno al acrónimo CIARSA, “que deseaban construir en terrenos de su propiedad sitos en el Barrio de Misericordia, calle A, D y F – zona del ensanche- de esta ciudad un edificio destinado a cinematógrafo, de conformidad con los planos que se acompañan”,  lo hacían el 10 de julio de 1959 ante el Ayuntamiento de la ciudad, en la solicitud de permiso de obras. Para ello habían constituido una sociedad mercantil denominada  Cine Argensola, S.A. (CIARSA), ante el Notario de Barbastro Manuel Montaner, el 21 de febrero de 1959.

   Firmó el proyecto el arquitecto afincado en Zaragoza Bruno Farina, proyectista de gran maestría y oficio aunque, y basándonos en la entrevista publicada en El Cruzado Aragonés en 1994, y en manifestaciones compiladas recientemente, Frank Josef  Goedeke fue el verdadero artífice del mismo. Este arquitecto alemán declaraba en la entrevista que el solar, con forma de trapecio rectangular, planteaba dos problemas: “la falsa escuadra de la fachada principal, que resolví con la marquesina, y el tratamiento de las otras tres fachadas.”

   Bruno Farina Gónzalez Novelles, había realizado un gran número de proyectos en la provincia y en particular en la capital, entre ellos varios de los chalets o casas racionalistas del Parque de Huesca- por ejemplo el edificio que en la actualidad ocupa el Instituto de Estudios Altoaragoneses o la sede del Colegio de Arquitectos-, el inmueble de la Delegación de Hacienda, o el Teatro Olimpia (en colaboración con otros profesionales).

  En el proyecto firmado para el Cine Argensola, Bruno Farina explica que éste será un edificio de estilo sencillo, funcional, armónico dentro del espíritu de sentido práctico que se ha dado al proyecto por encima de toda ornamentación; también F. J. Goedeke encuadró el edificio, dentro del movimiento Moderno, de estilo funcional.

  Se contempla una superficie construida de 2.200 metros cuadrados, distribuidos en dos plantas, con una platea para 718 butacas y un anfiteatro para  222. La sala de proyección se planifica de tal modo que desde cualquier lugar de la misma se tenga una óptima visión de la pantalla de tipo panorámica, e impecables condiciones acústicas, además de un perfecto acomodo de los espectadores, logrado por medio de unas  butacas de dimensiones y separación entre filas que supera ampliamente las prescripciones legales.

   Sin duda uno de los elementos que más admiración causaba era el amplio vestíbulo; en el proyecto se utilizan tres términos sinónimos para referirse a este espacio: el Hall, la primera dependencia nada más traspasar las puertas abatibles de cristal, en el que sobresalía la taquilla exenta diseñada según los apuntes de Goedeke; el Foyer,  espacio donde se encontraba el ambigú y el guardarropa, y por último el Vestíbulo, junto a la sala de proyección -área de descanso para el público-. De este último arrancaban las escaleras -que comunicaban la planta baja con el anfiteatro- con unas barandillas construidas en Barbastro, en los talleres del herrero Santiago Canut,  doradas con pan de oro aplicado y bruñido in situ.

   La ejecución de la obra planteó numerosos  problemas que requerían la presencia continua del arquitecto, dado que las modificaciones con respecto al espacio interior proyectado eran sustanciales. Con el aforo propuesto el edificio se hubiera destinado exclusivamente para sala de espectáculos, no habría espacio suficiente para la sala de baile que hemos conocido; en su lugar se esbozó un amplio foyer, una sala de fumadores y un ofice para los espectadores del anfiteatro. Además la disposición de la escalera, más centrada, y de estilo imperial, daba una solución muy dispar. Por el contrario el aspecto exterior del edificio se ciñe con bastante precisión al fraguado.

La Construcción.

  La dirección de obra corrió también a cargo del arquitecto Bruno Farina, por expreso deseo de los propietarios, siendo el aparejador, Guillermo Clavería. La realización de las obras se encomendó a los hermanos Joaquín y Jorge Clavería asociados en la empresa Construcciones Clavería. Intervinieron un número importante de profesionales en las obras que se prolongaron durante veinte meses de intenso trabajo, en prolongadas jornadas laborales de hasta once horas, en la que la pericia de los albañiles era determinante.

   Cada mañana, con la arquilla bajo el brazo, reanudaban el laboreo los operarios que centrados en el protagonismo que les confería el guión, en su calidad de actores protagonistas, levantaban con su trabajo un edificio de perenne modernidad; estos eran entre otros: Fermín Pueyo, llamado el Tote, que hizo de capataz, Eladio Rosell, Marcelino Palacio, José Franco, Pedro Pascual – apodado el Palomo-, Emiliano Molano, José Satué, Mariano Fumanal, Rafael Millaruelo, José Barrabés de Estadilla, José Carrera y Joaquín Collado.

  La excavación del terrero se realizó a pico y pala, como era habitual en la forma y modo de construir de la época. Decía el arquitecto en el proyecto que “los andamios se ejecutarán sólidamente con maderas buenas y vanas, teniendo los tablones como altura o grosor útil un mínimo de tres pulgadas”. Las diferentes partes que constituían los andamios se unían por medio de tornillos o líneas dobles. En los andamios se colocaban antepechos de un metro de altura, a fin de evitar la caída de los operarios y quedaban sujetos al suelo por medio de bidones rellenos de grava donde se incrustaban los tablones que hacían de patas de la estructura, de esta manera conseguían la base de apoyo requerido. Cuando se estaban colocando los forjados que constituirían la estructura del tejado, labor que se realizaba de forma manual, una de las vigas de hormigón se vino abajo, arrastrando en la caída a uno de los operarios, que quedó  malherido sobre el suelo de la platea. Se requirió los servicios del doctor Suñol, que se desplazó desde su clínica inmediatamente y atendió al accidentado.

Al doctor José Suñol Tintoré, -nacido en Barcelona, donde  obtuvo la titulación en Medicina y Cirugía con la calificación de Sobresaliente- finalizada la Guerra Civil  se le negó el ejercicio de la medicina pública, al haber sido Capitán Médico del Ejército de la II República;  se estableció en Barbastro, donde profesó la medicina y cirugía con indudable éxito. La primera clínica que abrió al público estaba situada en el número 4 de la Calle Palacio, enfrente del Palacio Episcopal,  posteriormente se trasladó a una casa junto a la pista de verano de la  S.M.A, una vez salvada la escalinata, donde susurraba una fuente de un sólo caño y zigzagueaban peces de colores en sus remansadas  aguas. Debajo estaba la Fonda El Jardín, con su poblada floresta siempre cuidada y su evocador templete.

En un anuncio publicado en El Cruzado Aragonés el 1 de abril de 1961, una semana antes de la inauguración, la empresa, a modo de panegírico, relaciona los profesionales que han intervenido en la edificación del cine y describe sus cualidades: la decoración del interior es obra del interiorista barcelonés Ramón Juvé Farre -quien un año antes había intervino en la decoración del Hostal Condes de Urgel de Lérida-; la carpintería general es fruto del trabajo de Vicente Anglés, industrial de esta plaza; la tapicería de las paredes y cortinas, en su mayor parte han sido efectuadas por Raúl Sallán; la instalación de fontanería y calefacción ha corrido a cargo de Blas Guatas; los yesos y escayolas se deben al arte del empresario barcelonés José Serrano, natural de Azlor.

Se colocaron en la  platea quinientas butacas y en el anfiteatro, doscientas setenta, todas ellas construidas en Barbastro, en el taller de José Claver.- un número sensiblemente inferior al concebido en el plano.-

También en el mismo anuncio se destaca “la iluminación que es de todo punto acertada, sin ser demasiado intensa, resulta muy agradable, discreta y acogedora; toda ello, de luz indirecta”.

El equipo de proyección y la pantalla – de 12 metros de largo por 5 metros de ancho-  son de la casa Supersond de Barcelona, dispone de  sonido estereofónico-magnético, para proyectar en forma normal, panorámico, vista visión y cinemascope.

Los propietarios manifestaban cierta preocupación con el desarrollo de este proyecto, así lo expresaban a finales del año 1960: “nuestra previsión para la finalización y puesta en explotación de esta industria, ha rebasado nuestros cálculos previsores y lo que en un principio fue un cómputo aproximado de unos cinco millones de pesetas, como podréis comprobar llevamos a esta fecha invertidas ocho millones doscientas mil pesetas, considerando que la inversión total de la intervención se elevará hasta los ocho millones novecientas mil pesetas”.

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Published by Zeus