La Fonda el Jardín

Lo primero que miramos – se nos va el ojo-, resulta ser accesorio; las dos figuras prácticamente uniformadas que caminan por la calzada adoquinada en dirección al centro  son un señuelo, aunque caminen juntas  en un  abrazo fraternal. Al fotógrafo le interesaba el contexto, y lo digo con rotundidad, ya que ese mismo día -24 de septiembre de 1957- toma varias vistas genéricas de la población; los planos secuencia suelen ser muy descriptivos, Berlanga, que era un maestro, nos brindó algunos ejemplos geniales.

La viuda de Rafael Pueyo  -Francisca Extraña Lacambra- regentaba la fonda El Jardín, ese acreditado establecimiento de excelente cocina y espléndidas habitaciones, que por el cartel anunciador colgado de la fachada del edificio no precisa mayor explicación para ubicarlo. En mi memoria algo distorsionada  era éste un lugar enigmático; veo como en las noches de verano, el jardín  de la fonda se poblaba de rutilantes siluetas  vestidas con trajes claros de lino y panamás, de señoras desfilando entre los árboles, arbustos,  y rosaledas, sorteando las luces de las farolas y las sombras de esta siempre cuidada floresta; era un lugar sofisticado.

Hasta 1960 la  S.M.A. –fundada en 1947- permaneció en la calle Monzón. Ese año se traslada a su actual ubicación, ocupando el edificio construido por la empresa de José María Mata en el solar que se observa en la fotografía y los jardines. Pero La Floresta ya llevaba unos años “ofreciendo al distinguido público sus fantásticas y ya tradicionales Bailes Verbenas”. La empresa formada por Julián Jordán, Santiago Plana y Lorenzo Pascua  explotaba en régimen de alquiler las instalaciones propiedad de Ramón Valle. En lo sucesivo La Floresta iría unida a la S.M.A. Era el baile, feliz liberación, metáfora para el olvido.

Vivíamos en frente, en la paralela calle Carreteras; por las noches  oíamos la música de las orquestas que tocaban en la Floresta, la mayoría de las veces nos producían un agradable efecto narcotizante; otras veces, pocas,  las cantinelas  enervantes prolongaban la vigilia de algún miembro de la familia.

Contiguo al edificio de la fonda,  la fábrica Texali producía almidones y féculas que se obtenían de la molturación del cereal. La empresa con domicilio social y accionistas de Valls, estaba regentada  por Pablo Giral. El interior de la fábrica presentaba  una perenne niebla alimentada por la manipulación del polvo fino que se obtenía de la molienda.

A la izquierda la elevada tapia con ornamento sobre los pilares del jardín de la casa Rech. El canónigo y abogado Ramón Rech Lloret tenía el despacho profesional en ésta casa con acceso por la calle Carreteras. Sobre su solar se construyó al cabo de unos años un enorme edificio, por todos  conocido, e inaugurado en el año 1968.

En la estación de autobuses concluida en el año 1955, todavía  se realizaban obras, como denotan los cañizos que vemos en  la calle; frontero:  la casa de la familia Murillo- Francisco Subías era de la opinión que albergó el primer convento de las Capuchinas de Barbastro- y a su costado el  taller de carpintería de Ramón Sallán Broto. Un Renault reposa aparcado al borde de la carretera.

Artículo publicado en el Cruzado Aragonés día 22 de febrero de 2013, por Francisco Molina Solana.

Cine Argensola II. Inauguración.

 

El espectáculo

Las condiciones objetivas no eran propicias para la explotación del negocio: la ciudad de Barbastro contaba al inicio de la década de los sesenta con una población de diez mil habitantes,  además la empresa Cortes explotaba el negocio de exhibición cinematográfica por medio del Cine Cortes y en menor medida con el Cine Gran Coliseo; tampoco la ubicación del edificio, en el ensanche de la ciudad, entre las calles A, D y F, alejado del centro y con la barrera psicológica  que suponía cruzar el puente del Amparo – sobre todo en invierno-, constituía de antemano ninguna garantía. Estos inconvenientes se vieron allanados por el auge económico que constituyó para la ciudad y su entorno  la construcción de la presa de El Grado y el canal del Cinca;  época de esplendor económico sin precedentes inmediatos; los fines de semana se llenaba el cine y todo Barbastro con los trabajadores que se desplazaban en autobuses fletados a propósito. También, y desde el inicio, se mantenía una buena relación con la empresa Cortes, que propiciaba acuerdos: en contratación, tarifas, o días de exhibición que atemperaba las dificultades de un mercado tan restrictivo.

Se contaba con unas instalaciones confortables y modernísimas y se proyectaban  con prontitud películas de estreno y celebridad, que Martín Solano, gerente de la empresa, con férrea disciplina  contrataba directamente en las distribuidoras de Barcelona; con todo, la sala se llenaba los fines de semana y fiestas señaladas en todas las sesiones. Para la contratación de películas estaba generalizado el sistema por lotes, que básicamente consistía en que para estipular un estreno a precio competitivo, te obligabas a exhibir un determinado número de películas de reestreno, de menor calidad o sin demasiada publicidad; éstas se exhibían en las sesiones de los días laborables aunque con frecuencia la cartelera era  muy sugerente. “El desencanto”, un film documental en el que Felicidad Blanc, viuda del poeta Leopoldo Panero, y sus tres hijos, en un  desgarrador relato, entrecruzan  sus recuerdos y arrojan feroces críticas al poeta fallecido en un asfixiante tono de decadencia y abandono. Esta película dirigida por Jaime Chavarri,  impactó al escaso público que asistimos a su proyección, una tarde de invierno, tras salvar el puente del Amparo, seguramente con niebla e intenso frío.

Siendo niña, Felicidad Blanc pasaba algunos días en Barbastro, “en una casa tristísima que daba a una calle muy estrecha” y una pequeña plaza en la esquina, donde había una tienda de juguetes. Se refería al número uno de la Calle San Ramón.  La familia del padre de Felicidad Blanc que era de origen francés, se refugió en Barbastro huyendo de la Revolución Francesa, y aquí, se quedaron, tanto los Blanc, como los Fortacin.-

Además había que vencer la competencia que suponía la rápida implantación de la televisión en locales públicos y domicilios particulares. En la memoria correspondiente al año 1963, se aprecia una ligera disminución de la recaudación, proponiéndose como solución, un incremento del precio de las entradas de trece a quince pesetas, materializándose al año siguiente.

En esta lucha por alcanzar una rentabilidad adecuada a la inversión consumada, se fueron incorporando, a medida que transcurrían los años, propuestas para completar el aprovechamiento; a partir de 1965 se contratan Compañías de Teatro y revistas de muy diversa calidad, sobresaliendo  las actuaciones de Antonio Machín o José Guardiola (años después, el 7 de septiembre de 1977 se estrena en Barbastro La Torna de Els Jublars); asimismo se incorpora la proyección de diapositivas en los descansos con anuncios, mediante la firma de contratos con  las empresas: Publicidad Anoro,  Cinemedia –por un importe de cincuenta mil pesetas anuales-, y con Cinedis.

Desde la inauguración y a lo largo de estos años, se practicó una continua y prudente política de mejora y mantenimiento del edificio, que lo mantuvo por la senda de la innovación.  Ante unos meses de continua pérdida de público, profundizada por la inauguración del Teatro y Cine Principal – inaugurado en el año 1970- , se acordó adquirir un equipo de proyección de películas de 70 mm  que requirió una inversión de un millón de pesetas, que se afrontó en un período de dos años. El novedoso sistema de proyección se inauguró en febrero de 1973 y como se puede observar, el efecto fue inmediato. El año anterior se inauguró el Cine Club de la SMA, dirigido por nuestro amigo Harry Gómez, proyectándose veinticinco películas por temporada.

Sala de Baile.

La explotación de la Sala de Baile y del Bar, en permanente simbiosis, constituyó desde la inauguración un pilar fundamental para el mantenimiento del negocio; la sala de baile,  atrajo constantemente la atención de un público fiel, que cada domingo abarrotaba la sala, hasta el extremo “que los porteros no dejaban entrar a nadie más”. La formula se basaba en una sala con una decoración acertada, un ambiente acogedor  y la contratación de orquestas o conjuntos que cuajaban con la concurrencia. Por la Sala de fiestas y Terraza de verano pasaron entre otras: la Orquesta Osca; Sol Poniente; los Diapason de Barbastro, conjunto compuesto en distintas etapas por: Francisco Encuentra, Javier Cosculluela, Llanas, Pardo, Luis Portigo, Gerardo; y por supuesto IV Dimensión , un clásico en la sala: “cada temporada gestionábamos la contratación con Martín Solano, siempre reacio a las subidas, y renovábamos el contrato hasta que concluyera la temporada, que se dilataba hasta el día de Pascua, cuando comenzaba el baile en la pista de verano de la SMA.”; la gran Orquesta Jazz Columbia, otro asiduo de la casa, representado por Fernando Badía, que ejercía de manager, con su cantor melódico Antonio Latorre  y el resto de componentes: Gerardo Perna, Antonio Lázaro, Agustín Auseron, Fidel Peirón, Antonio Lázaro y al acordeón Manuel Mora ( en las primeras actuaciones en el Argensola).

Antonio Latorre actuó asimismo  con los foncenses Conjunto Klippers en varias temporadas (en la fiestas mayores de 1963: sesión  de tarde: entrada caballeros 20 pesetas, señoras señoritas gratis; sesión de noche, caballeros 25 pesetas); después lo hizo con el  reclamo de ser el  “triunfador de Salto a la Fama de TVE 1965, procedente de Oporto Club de Madrid.”

La sala se utilizaba igualmente como salón de banquetes para bodas, comuniones y celebraciones, servidos por los restaurantes de la ciudad o por la misma empresa, ya que disponía de una completa cocina y operarios de restauración.

Se acometieron diversas reformas para mantener la sala en consonancia con los tiempos, intentando atraer a un público cada vez más joven; las orquestas dejaron paso a la discoteca y se remodeló la iluminación y acústica para complacer los nuevos estilos; a partir de 1972 el Argensola deberá competir con la nueva discoteca que la SMA y la Exagono del Hotel Rey Sancho Ramírez.

La inauguración

El pasado viernes, 24 de marzo, tuvo lugar la solemne inauguración del nuevo Cine Argensola. Bendijo las instalaciones y el local salón de espectáculos, el Eclmo señor Obispo, doctor don Jaime Flores Martín, ministrado por el señor cura ecónomo de la parroquia de San Francisco, don Marcelino Orús. El Prelado se congratuló, en expresivas y elocuentes palabras, del progreso cultural que un nuevo Cine puede suponer para una población, si el espectáculo de la proyección de películas se mantiene a la altura digna de honor y la moral; en este sentido, la iglesia bendice la obra. Terminó felicitando con el mayor cariño a la empresa CIARSA, siendo muy aplaudido por la numerosa concurrencia.

A continuación intervino, por medio de breve parlamento, el Presidente del Consejo de Administración de la empresa, don Manuel Sesé, para agradecer a autoridades e invitados su asistencia al acto de la bendición e inauguración del nuevo Cine; reconociendo los sabios consejos de algunas personas,  el esfuerzo de técnicos, artistas y obreros, y el dinamismo juvenil de los señores Solano y Viñola.

Acto seguido, fue ofrecido un vino de honor a las autoridades, representaciones y demás asistentes y se proyectaron películas de corto metraje, como prueba, y en obsequio de los invitados. Extracto de El Cruzado Aragonés, 1 de abril de 1961.

Incendio en el Cine Argensola

El lunes día 14 de agosto de 1978  se produce un incendio, que por todos los indicios se inicia en la zona del escenario, extendiéndose a la pantalla y cortinas, creando abundante humo que ocasiona cuantiosos daños y obliga a sustituir la tapicería de las butacas y paredes, quedando milagrosamente indemnes las cuatro vastas fotografías empaneladas. Una fuente, un junco navegando, el vuelo de unos pájaros, las lamas de una persiana, daban sosiego y abrigo al espectador, hasta que  las luces en penumbra daban paso a las imágenes.

Una de las fotografías de artistas que custodiaban el vestíbulo, desprovista de su marco, hizo –al parecer- de antorcha iniciática.

El siniestro calificado por la Nueva España, de provocado, causó daños de importancia e impidió la apertura de la sala para las fiestas mayores ya en ciernes.

Fragmento del articulo publicado en el Cruzado Aragones, extra de fiestas 2012.

Por Francisco Molina Solana

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El coso de Barbastro

Si ahora quisiera ejercitar la nostalgia, buscaría apoyo en una imagen como esta, las he visto similares en portadas de libros, con la niebla adquiriendo protagonismo; cuando caía sobre Barbastro, en mayor o menor medida, permanecía durante semanas, incluso meses; era un fenómeno recurrente.

La luz de esa mañana  permitió al fotógrafo tomar esta fotografía  de un Coso: níveo, desolado, y silente; un día no lectivo en la década de los veinte del siglo pasado.  Al fondo, entre la neblina, se descubre la silueta de la iglesia del antiguo convento de los Paúles, donde se ubicaba el seminario conciliar. Estos  bancos metálicos que observamos sobre el paseo perduraron hasta que, durante la Segunda República, se sustituyeron por otros de cemento,  y colocaron la barandilla de doble tubo metálica; los árboles se plantaron en 1886 siendo alcalde Ignacio Sambeat.

El Coso, construido en 1848, es el resultado de la elevación del túnel por el que transcurre soterrada, la alcantarilla mayor, desde el paseo hasta el río Vero; un entorno degradado, antiestético, lo que era un barranco fétido quedó convertido  en un paseo agradable, y con el tiempo, en el salón de la ciudad. Era una ambición más allá de lo estético, un anhelo de la burguesía.

En 1921 José Otto  Pala y Justo Fernández Aguas  ostentan la titularidad de sendas farmacias, el primero en la derecha de la imagen, la acera de los números pares, en el 10, hasta su fallecimiento a finales de los cincuenta, cuando se instalan en la farmacia el matrimonio Sereno-Montagut,  y el segundo al otro lado, en el número 7.  También en la acera de los impares,  Emilio Gabas, en el 13, vende y fabrica ataúdes a medida y hace de carpintero.

Pedro Frago ocupaba los bajos del número 22 del Coso, para ejercer de albarquero; esa  casa fue destruida por una bomba durante la Guerra Civil, en ella nació el alcalde Rafael Fernández de Vega;  concluida la contienda  el matrimonio formado por Ramón Cladelles y Cinta Curto, adquieren el solar y edifican la que llamamos casa Borruel.

En la década de los treinta a ambos extremos del coso  se situaban el Casino de La Peña, en el actual edificio de Ibercaja, y el Casino de Barbastro en el edificio situado en  la  misma acera,   al otro extremo, a ese edificio se le conocía como Casa Oncenon; al término de  la guerra civil Serafín Bistue Villar y Adela Solanilla Abizanda, adquieren la finca, la restauran y  modernizan el aspecto de la fachada; durante un tiempo albergó los comedores infantiles de Auxilio Social.  La fontanería de José Bardina, ocupó los bajos del  número 14 del paseo, también trabajaba con bombas de presión, aparatos sanitarios y proyectores de cine; en 1939 José Vidal alquila el local y se establece con el negocio de motocicletas La Unión.

En 1930 Antonio Valle Carruesco arrienda, por ochenta pesetas al mes, el local del edificio de su propiedad en el Coso 21, -donde había mantenido un negocio de ventas de materiales de construcción- a Cristino Larruga, para el  bar Victoria, que pondría de moda el vermú y la banderilla. En el paseo, desde  que se establecieron los primeros casinos y cafeterías, se colocaron veladores. En los del Victoria, a partir de los cincuenta, y  durante  años se reunió la tertulia capitaneada por Vladimiro Salinas y a la que asistían asiduamente: Francisco Zueras, Ángel Tornés, José María Pueyo, el doctor Naval, entre otros. Don Vladi acostumbraba a dibujar directamente sobre el mármol de los veladores. Los críos del barrio, en la década de los sesenta, quedábamos al acecho para admirar aquellos fugaces dibujos.  

Saturnino Arilla se estableció también en el Coso, en La Paz, hasta  el año 1945 que se trasladó al  Hotel Europa; ese mismo año se sustituyó  el suelo de arenilla y guijarros del paseo,  por un pavimento de losetas, obra de Clavería; era alcalde José María Nerín.

Ahora no hablaré de Harry Gómez y su geografía personal o sentimental, que de las dos formas la llamó; emotiva, magistral, efímera e inconclusa, con un capítulo dedicado al Coso; nada digo de la parte de afuera, por donde aparcan los taxis, más segura para los transeúntes que huyen del fuego cruzado de las miradas, ni de los camareros que sortean vehículos, ni del niño enroscado en la barandilla, ni de la música añeja de la Peña Taurina; nada voy a decir de todo esto; ya lo dejó escrito nuestro amigo.

Articulo publicado en el Cruzado Aragones del 22 de marzo 2013. Un instante, muchas vidas. Por Francisco Molina Solana.

Angelito.

Angelito

Articulo publicado en el Cruzado Aragones 24 mayo 2013. Una instante, muchas vidas. Por Francisco Molina Solana.

Este verano Ángel Rodenas Cebollero actuará en el Teatro Reina Victoria de San Sebastián con el Coro de Atades de Huesca, mientras llega ese día, en la residencia ilusión y trabajo se conjugan juntos;  ya hace unos años que Angelito  vive en el Centro Joaquín Costa de Atades de Barbastro, lleva una vida independiente que resuelve con determinación y reserva, como lo hizo cuando vivía con su familia en la calle Argensola, en una casa colindante a la armería de Lacau, frontera con la casa Zapatillas, próxima a los Escolapios; entonces  a su familia les contaba noticias que le llamaban la atención, las que oía por la calle o en la televisión,  y a su  madre  le decía: ¡no abras la puerta a nadie, que hay gente muy mala!.

De tarde en tarde se deja ver por la ciudad  al frente de un grupo  de personas que formando una fila, salen tutelados a pasear, Ángel suele quedar rezagado, se distrae y conversa con cuántos se paran a saludarle. Su hermana Nati  cuando quiere identificarse con precisión  y rapidez alude a su hermano.

Pertrechado de una memoria prodigiosa  y un alma limpia, sin mácula, apoyado  en la pared del colegio, como lo vemos en la imagen, observaba, respiraba, dejaba pasar el tiempo, consciente de su peculiar percepción;  un año o un día eran isócronos, lo importante era el momento; memorizaba con facilidad nuestros apellidos, los apellidos de los alumnos, profesores, curas o vecinos del barrio. Esos apellidos aprehendidos para siempre.  Protegido  por un entorno  conocido, arropado por generaciones de alumnos del colegio Escolapios, que pasamos por delante de su mirada huidiza, oblicua, y cariñosa, nos preguntaba o nos pedía un lapicero;  atento y observador discernía, y cuando no le quedaba más remedio se enfadaba, se enfadaba sin querer, obligado, como de broma; y también nos advertía ante el peligro: ¡cuidado con el coche que te atropellará! El padre Castel lo retrató apoyado en la pared del colegio, creo que  para que lo recordáramos.

Hay que hablar del padre Castel, cuyo archivo fotográfico fue rescatado entre los desechos, milagrosamente,  como el de la niñera Vivian Maier – de plena actualidad- quien a lo largo de su vida acumuló en secreto un sorprendente legado compuesto por 100.000 negativos, que ahora salen a la luz para poner autoría  a esas fotografías casuales. Como las de este cura y profesor del colegio de los Escolapios de Barbastro, quien dedicó su tiempo libre  a capturar  las imágenes que tomaba por cualquier motivo, mientras paseaba, con indudable   técnica y valor documental.  José Castel Marsol había nacido en la villa de Arén  en el mes de junio de 1914, la último etapa de su vida la pasó íntegramente en el colegio de los padres Escolapios de Barbastro, desde 1967 hasta 1984;  profesor de ciencias, experto en mecánica, reparador de relojes, aparatos de radio, televisión y máquinas fotográficas. Apasionado de la fotografía; por su afición hemos recibido en herencia imágenes de la vida cotidiana de nuestra ciudad: profesionales ejerciendo su oficio, niños jugando por calles o plazas, escolares en sus aulas, espectadores ante la vuelta ciclista a España, la canalización del río, las fiestas, las ferias. Durante su permanencia en  nuestra ciudad fue capellán de las Residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, lo que justifica las curiosas imágenes  que conservamos de las instalaciones, las monjas y los ancianos residentes.  Estas fotografías  clasificadas por temas, esperan pacientemente el momento de darse a conocer;  la Asociación de Comerciantes de Barbastro  las recogió y las conserva con la ayuda de la Fototeca de la DPH; mientras, alguna  se asoma con murmullo quedo.

Cine Argensola I. Construcción

Fragmento del articulo publicado en el Cruzado Aragonés Extra de Fiestas 2012.  Por Francisco Molina Solana

Arquitectura efímera.

     Desde el momento en que se colocaba la primera piedra, se hendía el primer socavón, el Cine Argensola quedaba condenado; aquel magnifico y maldito edificio se levantaba nervudo en el ensanche de la ciudad preparado para la eternidad. Maldito a la fuerza, por su cruel destino, que lo convirtió en arquitectura efímera,  equiparado con aquellas construcciones ocasionales de cartón piedra, escayola o madera, escenarios para honrar una visita célebre o conmemorar un acontecimiento.

     Nadie lo sospechó: ni los operarios, albañiles y técnicos  que intervinieron en su construcción, ni los promotores que con denuedo afrontaron su  edificación, tampoco los ciudadanos e invitados que quedaron atónitos en la inauguración, nadie sospechaba que su esplendor fuera tan precario  como la sombra del espigón que cada atardecer, el sol poniente  proyectaba sobre  la marquesina.

    El periódico Nueva España se refiere al Cine Argensola recién inaugurado: “Fueron muchos oscenses los que en la jornada inaugural acudieron allí para curiosear, digo para admirar esas instalaciones modernísimas, que responden al gusto más depurado, a la técnica más perfecta. Tanto es así que, sin ánimo publicitario, decimos que merece la pena hacer un viaje de cincuenta kilómetros y aplaudir a los barbastrenses la obra que para ellos especialmente, y para todos, en general, se ha levantado en la llamada zona de Ensanche”.

Los Promotores.

     Los industriales del transporte: Leandro Viñola Castillo -quién venía explotando con regularidad el servicio de transporte por carretera de Broto-Barbastro-Barcelona, por medio de su empresa Transportes Viñola-, José Molina Juste  y Martín Solano Navarro, se asocian en régimen de cuenta en participación en torno a la empresa Transportes Viñola, en febrero de 1950, con el fin de solicitar la concesión administrativa de esa ruta, de acuerdo con las normas promulgadas sobre régimen de transporte; al poco tiempo Manuel Nasarre Español,  Luis Solano Navarro, Esteban Viñola Morros, y Luis Alcón Vazquez se convierten igualmente en participes de este negocio con el objeto de proseguir e intensificar la actividad, convirtiéndose en el germen de Transportes Aragón S.A.

   Decían en junio de 1960, en la memoria de Transportes Viñola correspondiente al ejercicio 1959: “como es bien sabido de todos, emprendimos la magna empresa de la construcción de un cinematógrafo en Barbastro, para su explotación, cuyas obras están bastante adelantadas, esperando queden finalizadas a finales del año 1960. Para dicha empresa nos asociamos con el industrial de esta plaza Manuel Sesé Salinas”, quien aportaba el solar.

   Consideraban de antemano, que la rentabilidad que les iba a reportar esta inversión  no sería  tan beneficiosa  como la que venían obteniendo con los transportes, sin embargo argumentaban las razones que motivaba este proyecto: “esta inversión nos proporcionará una mayor garantía y consideración de nuestro activo al presentar en él valores fijos inalterables, independientes de toda fluctuación en su valoración y un menor riesgo, prueba de ello es la variante acentuada a consecuencia de la política de estabilización puesta en práctica por nuestro gobierno a partir de junio del año 1959” y que derivaría, a partir de 1961, en las medidas de regularización y actualización de balances – aplicándose en nuestro país diversas  normas en este sentido hasta  1996.-

El Proyecto.

   Declaraban los promotores de esta empresa reunidos en torno al acrónimo CIARSA, “que deseaban construir en terrenos de su propiedad sitos en el Barrio de Misericordia, calle A, D y F – zona del ensanche- de esta ciudad un edificio destinado a cinematógrafo, de conformidad con los planos que se acompañan”,  lo hacían el 10 de julio de 1959 ante el Ayuntamiento de la ciudad, en la solicitud de permiso de obras. Para ello habían constituido una sociedad mercantil denominada  Cine Argensola, S.A. (CIARSA), ante el Notario de Barbastro Manuel Montaner, el 21 de febrero de 1959.

   Firmó el proyecto el arquitecto afincado en Zaragoza Bruno Farina, proyectista de gran maestría y oficio aunque, y basándonos en la entrevista publicada en El Cruzado Aragonés en 1994, y en manifestaciones compiladas recientemente, Frank Josef  Goedeke fue el verdadero artífice del mismo. Este arquitecto alemán declaraba en la entrevista que el solar, con forma de trapecio rectangular, planteaba dos problemas: “la falsa escuadra de la fachada principal, que resolví con la marquesina, y el tratamiento de las otras tres fachadas.”

   Bruno Farina Gónzalez Novelles, había realizado un gran número de proyectos en la provincia y en particular en la capital, entre ellos varios de los chalets o casas racionalistas del Parque de Huesca- por ejemplo el edificio que en la actualidad ocupa el Instituto de Estudios Altoaragoneses o la sede del Colegio de Arquitectos-, el inmueble de la Delegación de Hacienda, o el Teatro Olimpia (en colaboración con otros profesionales).

  En el proyecto firmado para el Cine Argensola, Bruno Farina explica que éste será un edificio de estilo sencillo, funcional, armónico dentro del espíritu de sentido práctico que se ha dado al proyecto por encima de toda ornamentación; también F. J. Goedeke encuadró el edificio, dentro del movimiento Moderno, de estilo funcional.

  Se contempla una superficie construida de 2.200 metros cuadrados, distribuidos en dos plantas, con una platea para 718 butacas y un anfiteatro para  222. La sala de proyección se planifica de tal modo que desde cualquier lugar de la misma se tenga una óptima visión de la pantalla de tipo panorámica, e impecables condiciones acústicas, además de un perfecto acomodo de los espectadores, logrado por medio de unas  butacas de dimensiones y separación entre filas que supera ampliamente las prescripciones legales.

   Sin duda uno de los elementos que más admiración causaba era el amplio vestíbulo; en el proyecto se utilizan tres términos sinónimos para referirse a este espacio: el Hall, la primera dependencia nada más traspasar las puertas abatibles de cristal, en el que sobresalía la taquilla exenta diseñada según los apuntes de Goedeke; el Foyer,  espacio donde se encontraba el ambigú y el guardarropa, y por último el Vestíbulo, junto a la sala de proyección -área de descanso para el público-. De este último arrancaban las escaleras -que comunicaban la planta baja con el anfiteatro- con unas barandillas construidas en Barbastro, en los talleres del herrero Santiago Canut,  doradas con pan de oro aplicado y bruñido in situ.

   La ejecución de la obra planteó numerosos  problemas que requerían la presencia continua del arquitecto, dado que las modificaciones con respecto al espacio interior proyectado eran sustanciales. Con el aforo propuesto el edificio se hubiera destinado exclusivamente para sala de espectáculos, no habría espacio suficiente para la sala de baile que hemos conocido; en su lugar se esbozó un amplio foyer, una sala de fumadores y un ofice para los espectadores del anfiteatro. Además la disposición de la escalera, más centrada, y de estilo imperial, daba una solución muy dispar. Por el contrario el aspecto exterior del edificio se ciñe con bastante precisión al fraguado.

La Construcción.

  La dirección de obra corrió también a cargo del arquitecto Bruno Farina, por expreso deseo de los propietarios, siendo el aparejador, Guillermo Clavería. La realización de las obras se encomendó a los hermanos Joaquín y Jorge Clavería asociados en la empresa Construcciones Clavería. Intervinieron un número importante de profesionales en las obras que se prolongaron durante veinte meses de intenso trabajo, en prolongadas jornadas laborales de hasta once horas, en la que la pericia de los albañiles era determinante.

   Cada mañana, con la arquilla bajo el brazo, reanudaban el laboreo los operarios que centrados en el protagonismo que les confería el guión, en su calidad de actores protagonistas, levantaban con su trabajo un edificio de perenne modernidad; estos eran entre otros: Fermín Pueyo, llamado el Tote, que hizo de capataz, Eladio Rosell, Marcelino Palacio, José Franco, Pedro Pascual – apodado el Palomo-, Emiliano Molano, José Satué, Mariano Fumanal, Rafael Millaruelo, José Barrabés de Estadilla, José Carrera y Joaquín Collado.

  La excavación del terrero se realizó a pico y pala, como era habitual en la forma y modo de construir de la época. Decía el arquitecto en el proyecto que “los andamios se ejecutarán sólidamente con maderas buenas y vanas, teniendo los tablones como altura o grosor útil un mínimo de tres pulgadas”. Las diferentes partes que constituían los andamios se unían por medio de tornillos o líneas dobles. En los andamios se colocaban antepechos de un metro de altura, a fin de evitar la caída de los operarios y quedaban sujetos al suelo por medio de bidones rellenos de grava donde se incrustaban los tablones que hacían de patas de la estructura, de esta manera conseguían la base de apoyo requerido. Cuando se estaban colocando los forjados que constituirían la estructura del tejado, labor que se realizaba de forma manual, una de las vigas de hormigón se vino abajo, arrastrando en la caída a uno de los operarios, que quedó  malherido sobre el suelo de la platea. Se requirió los servicios del doctor Suñol, que se desplazó desde su clínica inmediatamente y atendió al accidentado.

Al doctor José Suñol Tintoré, -nacido en Barcelona, donde  obtuvo la titulación en Medicina y Cirugía con la calificación de Sobresaliente- finalizada la Guerra Civil  se le negó el ejercicio de la medicina pública, al haber sido Capitán Médico del Ejército de la II República;  se estableció en Barbastro, donde profesó la medicina y cirugía con indudable éxito. La primera clínica que abrió al público estaba situada en el número 4 de la Calle Palacio, enfrente del Palacio Episcopal,  posteriormente se trasladó a una casa junto a la pista de verano de la  S.M.A, una vez salvada la escalinata, donde susurraba una fuente de un sólo caño y zigzagueaban peces de colores en sus remansadas  aguas. Debajo estaba la Fonda El Jardín, con su poblada floresta siempre cuidada y su evocador templete.

En un anuncio publicado en El Cruzado Aragonés el 1 de abril de 1961, una semana antes de la inauguración, la empresa, a modo de panegírico, relaciona los profesionales que han intervenido en la edificación del cine y describe sus cualidades: la decoración del interior es obra del interiorista barcelonés Ramón Juvé Farre -quien un año antes había intervino en la decoración del Hostal Condes de Urgel de Lérida-; la carpintería general es fruto del trabajo de Vicente Anglés, industrial de esta plaza; la tapicería de las paredes y cortinas, en su mayor parte han sido efectuadas por Raúl Sallán; la instalación de fontanería y calefacción ha corrido a cargo de Blas Guatas; los yesos y escayolas se deben al arte del empresario barcelonés José Serrano, natural de Azlor.

Se colocaron en la  platea quinientas butacas y en el anfiteatro, doscientas setenta, todas ellas construidas en Barbastro, en el taller de José Claver.- un número sensiblemente inferior al concebido en el plano.-

También en el mismo anuncio se destaca “la iluminación que es de todo punto acertada, sin ser demasiado intensa, resulta muy agradable, discreta y acogedora; toda ello, de luz indirecta”.

El equipo de proyección y la pantalla – de 12 metros de largo por 5 metros de ancho-  son de la casa Supersond de Barcelona, dispone de  sonido estereofónico-magnético, para proyectar en forma normal, panorámico, vista visión y cinemascope.

Los propietarios manifestaban cierta preocupación con el desarrollo de este proyecto, así lo expresaban a finales del año 1960: “nuestra previsión para la finalización y puesta en explotación de esta industria, ha rebasado nuestros cálculos previsores y lo que en un principio fue un cómputo aproximado de unos cinco millones de pesetas, como podréis comprobar llevamos a esta fecha invertidas ocho millones doscientas mil pesetas, considerando que la inversión total de la intervención se elevará hasta los ocho millones novecientas mil pesetas”.

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